En los últimos años, el tema de los trustbusters ha estado en boca de todos. La revista The Economist publicó recientemente un artículo titulado «The Big Distraction» (La gran distracción), en el que se aborda el creciente disgusto de las autoridades regulatorias hacia las grandes empresas y las grandes fusiones y adquisiciones. Este enfoque activista ha despertado interrogantes sobre si los reguladores se han vuelto demasiado ambiciosos en su intento de mantener la competencia en el mercado.

Los trustbusters son las autoridades regulatorias encargadas de garantizar la competencia justa y prevenir el abuso de poder de las empresas. Su objetivo es evitar que las empresas monopolísticas o con una gran cuota de mercado perjudiquen a los consumidores y obstaculicen la entrada de nuevos competidores.

El caso de Lina Khan, la jefa de la Comisión Federal de Comercio (FTC) de Estados Unidos, es destacado. Khan asumió el cargo con la convicción de que las agencias reguladoras habían fallado durante décadas en hacer cumplir las normas adecuadamente. En línea con esta postura, la FTC ha demandado a gigantes como Amazon y Google por abuso de poder en el mercado. Además, han buscado bloquear la adquisición de Activision Blizzard por parte de Microsoft, valuada en US$ 69 mil millones , y han detenido la compra de Horizon Therapeutics por parte de Amgen, una empresa de atención médica.

Europa también ha seguido este enfoque activista. Las autoridades reguladoras del Reino Unido han sido especialmente agresivas, y el 12 de julio la Comisión Europea impuso una multa de US$ 480 millones a Illumina, una gigante biotecnológica, por la adquisición de Grail, una empresa de detección de cáncer. Esta agenda expansiva plantea dudas sobre si los reguladores se han vuelto demasiado ambiciosos en su labor.

El 11 de julio, un tribunal de distrito detuvo el intento de la FTC de bloquear la compra de Activision por parte de Microsoft. La FTC apelará esta decisión, pero las autoridades reguladoras del Reino Unido, que previamente habían bloqueado el acuerdo, indicaron repentinamente que estarían dispuestas a negociar. Han pasado casi 18 meses desde que se lanzó la oferta de adquisición. Incluso si finalmente tiene éxito, esto podría enfriar futuras transacciones comerciales. Mientras tanto, la obsesión por el tamaño de las empresas podría haber distraído a los formuladores de políticas de abordar los verdaderos obstáculos a la competencia, en detrimento de los consumidores.

El enfoque de los trustbusters y su creciente disgusto por las grandes empresas y las fusiones y adquisiciones han generado un debate sobre los límites de la regulación. Si bien es importante proteger la competencia y los intereses de los consumidores, es fundamental encontrar un equilibrio que no obstaculice la innovación y el crecimiento empresarial. Los próximos movimientos de las autoridades reguladoras serán clave para determinar el panorama empresarial y económico en el futuro.

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