La Sostenibilidad en Crisis: ¿Qué tan lejos estamos del Triple Bottom Line en el Perú?

En un contexto global donde las palabras “sostenibilidad” y “urgencia” resuenan con fuerza, el Perú parece atrapado en un contradictorio limbo. Por un lado, el país celebra avances en energías renovables; por otro, enfrenta un incremento del 40% en la deforestación, un indicador alarmante de retroceso ambiental. Mientras tanto, el sector empresarial aún se debate entre el discurso de la sostenibilidad y la implementación real del Triple Bottom Line (TBL), un modelo que debería ser el estándar en tiempos de crisis planetaria.

El TBL: Una brújula ignorada en medio de la tormenta

El Triple Bottom Line, conceptualizado en 1994 por John Elkington, establece que el éxito de una organización no puede medirse solo por sus ganancias económicas, sino también por su impacto social y ambiental. Sin embargo, en el Perú, la mayoría de las empresas parecen más preocupadas por sobrevivir en un mercado lleno de incertidumbre económica que por implementar un enfoque que podría ser su salvación a largo plazo.

¿Por qué no se adopta masivamente este modelo? La respuesta parece estar en la miopía corporativa: muchas empresas continúan operando bajo paradigmas tradicionales, ignorando que la sostenibilidad no es solo un «imperativo moral,» como lo describe la experta Susana Muñoz, sino también una herramienta para la innovación, la reputación y la resiliencia empresarial.

Avances tímidos frente a un abismo creciente

Es cierto que se han dado pasos positivos. Proyectos solares han comenzado a trazar un camino hacia una matriz energética más limpia, y algunas empresas empiezan a integrar prácticas sostenibles. Pero esto no puede eclipsar la dura realidad: la deforestación y las emisiones de carbono continúan creciendo sin control. El fenómeno de El Niño y la expansión de grupos armados ilegales solo agravan el problema, demostrando que las iniciativas actuales son insuficientes frente a la magnitud del desafío.

El ejemplo que falta en casa

Mientras que compañías como Patagonia lideran con ejemplo, mostrando cómo equilibrar el impacto ambiental, social y económico, en el Perú seguimos sin tener un modelo local que inspire. Las empresas nacionales aún están lejos de replicar prácticas como el uso de materiales sostenibles, el apoyo comunitario real y el crecimiento financiero basado en la sostenibilidad. Este vacío no solo desacelera el avance hacia la sostenibilidad; también deja al país vulnerable ante un mercado global cada vez más exigente en criterios ambientales.

El precio de la inacción

La ONU ya lo ha advertido: estamos en camino de superar el aumento de 1.5°C en la temperatura global para 2030. Si las empresas peruanas no adoptan estrategias como el TBL, no solo estarán condenando al país a un futuro ambiental desastroso, sino también a quedar rezagadas en un mundo donde las regulaciones sobre sostenibilidad serán la norma, no la excepción. El costo de la inacción es claro: la pérdida de competitividad, la erosión de la reputación y, lo más grave, el deterioro irreversible del entorno natural y social.

Un llamado urgente a la coherencia

Hablar de sostenibilidad sin acción concreta es un ejercicio fútil. El Perú necesita, con urgencia, políticas públicas y estrategias empresariales alineadas bajo un marco de sostenibilidad real. Adoptar el Triple Bottom Line no debe ser una opción, sino un requisito indispensable para garantizar un futuro viable. La sostenibilidad no es solo una moda o un conjunto de buenas intenciones; es, como lo dijo Susana Muñoz, «una ventaja competitiva» que las empresas peruanas no pueden seguir ignorando.

La pregunta ya no es si el Perú puede permitirse ignorar la sostenibilidad, sino cuánto más puede perder antes de que sea demasiado tarde.

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