Elecciones latinoamericanas: Cuando la democracia parece un «Juego del Calamar»

En los próximos meses, América Latina se enfrenta a una serie de elecciones cruciales que marcarán el rumbo político y social de la región. Mientras tanto, la crisis de inseguridad que atraviesan muchos países plantea interrogantes fundamentales sobre la calidad de nuestras democracias y el verdadero alcance de la libertad individual. Este complejo escenario invita a reflexionar sobre los riesgos de la tiranía de la mayoría, un concepto desarrollado por John Stuart Mill en su obra On Liberty, y cómo se relaciona con el clima político actual.

Mill advirtió sobre los peligros inherentes a la democracia cuando las mayorías imponen sus intereses sin salvaguardar los derechos de los individuos y las minorías. En América Latina, donde la inseguridad es una de las principales preocupaciones de los ciudadanos, este fenómeno se amplifica. Los votantes, desesperados por soluciones inmediatas, a menudo apoyan políticas que sacrifican libertades individuales en nombre de la seguridad colectiva. Esto se traduce en medidas como el endurecimiento de penas, el aumento de la militarización y la adopción de estrategias populistas que priorizan el control sobre la justicia.

Por ejemplo, en países como El Salvador, el estado de excepción se ha convertido en una herramienta para enfrentar la criminalidad, pero también en un punto de inflexión para los derechos humanos. La narrativa de la seguridad como prioridad absoluta encuentra eco en los electores, quienes, en muchos casos, apoyan líderes autoritarios dispuestos a tomar decisiones radicales. La pregunta que Mill plantearía aquí es clara: ¿Estamos sacrificando demasiado por una promesa de estabilidad?

Tal como sucede en la serie Squid Games (Los juegos del calamar), donde las decisiones colectivas son manipuladas para beneficiar a unos pocos y condenar a otros, las elecciones en nuestra región no siempre garantizan un campo de juego equitativo. En este contexto, la «tiranía de la mayoría» no solo se refleja en las urnas, sino también en las políticas que emergen tras ellas. Los candidatos que lideran las encuestas a menudo explotan el miedo y la inseguridad para obtener ventajas electorales, dejando a los ciudadanos atrapados en un ciclo de promesas incumplidas y medidas punitivas.

Mill enfatizaba la necesidad de un electorado informado y de instituciones sólidas capaces de proteger los derechos de todos, incluso frente al clamor popular. Sin embargo, en América Latina, la polarización y la falta de educación cívica perpetúan la desinformación y limitan las opciones reales de cambio.

En este panorama, las minorías —ya sean étnicas, políticas o sociales— se ven particularmente vulnerables. Las políticas de mano dura pueden parecer atractivas en el corto plazo, pero a menudo marginan aún más a los sectores menos favorecidos, profundizando las desigualdades estructurales. Al igual que en Squid Games, donde los participantes enfrentan dilemas éticos para sobrevivir, las democracias de la región parecen estar jugando un juego peligroso, donde las decisiones de la mayoría pueden tener consecuencias devastadoras para los más vulnerables.

La solución, según Mill, reside en un equilibrio entre la voluntad de las mayorías y la protección de los derechos individuales. Esto requiere no solo líderes responsables, sino también ciudadanos críticos que comprendan el impacto de sus decisiones en el sistema democrático. En lugar de centrarnos exclusivamente en la seguridad inmediata, es crucial fortalecer las instituciones, promover la educación cívica y garantizar que las elecciones sean espacios de verdadera representación y no simples mecanismos para legitimar el statu quo.

América Latina enfrenta un momento decisivo. Si bien la democracia sigue siendo el sistema más valorado, el desafío radica en evitar que se convierta en un juego donde las mayorías desinformadas perpetúan ciclos de exclusión y violencia. Como advertía Mill, «una democracia sin educación es un riesgo para la libertad.» La pregunta, entonces, no es solo qué tipo de líderes elegiremos en las próximas elecciones, sino también si seremos capaces de cambiar las reglas del juego para construir democracias más inclusivas y resilientes.

¿Estamos preparados para enfrentar el desafío? La respuesta dependerá de nuestra capacidad para aprender de los errores del pasado y tomar decisiones conscientes que no sacrifiquen nuestras libertades ni nuestro futuro.

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