El auge minero que impulsó a Perú: ¿puede repetirse el milagro económico?

📢 Durante una década, Perú vivió un período de crecimiento económico sin precedentes. Entre 2002 y 2013, el país experimentó un auge sin igual gracias al aumento en los precios de los minerales, que duplicaron su valor y convirtieron a la minería en el motor de la economía. Este boom llevó a un crecimiento promedio del PIB del 6,1 %, muy por encima del 3,4 % que registró América Latina en el mismo período. Además, el ingreso per cápita del país se acercó a los niveles de Estados Unidos, mientras la pobreza cayó drásticamente del 60,2 % al 34,5 % de acuerdo al informe del Banco Mundial.

Pero no fue solo suerte. Las reformas macroeconómicas y estructurales implementadas en los años 90 permitieron que el país aprovechara la bonanza minera. La estabilidad fiscal y monetaria, la privatización de empresas estatales ineficientes y la independencia del Banco Central crearon un entorno atractivo para la inversión. Como resultado, sectores clave como la minería, la construcción y los servicios recibieron una inyección de capital sin precedentes, generando empleo y dinamizando la economía.

El rol de la inversión y el ahorro en el boom peruano

El auge minero estuvo acompañado de un fuerte crecimiento de la inversión. Tanto la inversión privada como la pública crecieron a tasas superiores al 13 % anual, superando ampliamente el crecimiento del consumo y las exportaciones. En su punto más alto, la inversión representó el 25 % del PIB, impulsando grandes proyectos en infraestructura, minería y telecomunicaciones.

El ahorro, tanto interno como externo, jugó un papel clave. El ahorro público pasó de representar el 0,7 % del PIB en 2002 a un récord de 8,1 % en 2012. Paralelamente, la inversión extranjera directa fluyó principalmente hacia el sector minero y de servicios, mientras que las reservas internacionales del Banco Central se dispararon hasta los USD 55 500 millones, equivalentes al 27 % del PIB en 2013. Esta solidez financiera permitió mantener la estabilidad macroeconómica y amortiguar posibles crisis externas.

Además, el tipo de cambio jugó un rol determinante. La apreciación del sol peruano en un 8 % entre 2004 y 2013 generó estabilidad, mientras que la intervención del Banco Central evitó volatilidades que pudieran frenar el crecimiento. Durante esta década, la inflación promedio se mantuvo en 2,8 %, muy por debajo del 5,2 % que promedió América Latina.

¿Puede repetirse este éxito?

A pesar de estos logros, la pregunta clave es si Perú puede revivir este auge en un contexto global diferente. Actualmente, el país enfrenta un escenario marcado por menor inversión, productividad estancada y una creciente informalidad. Sin embargo, aún tiene oportunidades. La transición energética mundial ha elevado la demanda de cobre y otros metales críticos, lo que podría generar un nuevo ciclo de crecimiento minero.

Para que esto ocurra, el país debe fortalecer su entorno empresarial. La reducción de barreras burocráticas, la inversión en infraestructura y la mejora del clima político son fundamentales para atraer nuevas inversiones. Además, diversificar la economía y fortalecer sectores como la agroindustria y el turismo podría generar un crecimiento más sostenible y menos dependiente de los ciclos de los commodities.

Perú ya ha demostrado que puede alcanzar niveles de crecimiento superiores a la media regional. La clave ahora es volver a generar confianza y estabilidad para aprovechar su potencial. Sin reformas estructurales, el país corre el riesgo de quedar atrapado en un estancamiento prolongado.

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