Menos jóvenes en el mercado laboral, más presión sobre la economía familiar

El empleo juvenil en Perú se encuentra en su punto más delicado en años. Entre 2019 y 2024, el número de trabajadores jóvenes (de 15 a 29 años) cayó en 4 %, lo que representa más de 160.000 personas fuera del mercado laboral, según el Instituto Peruano de Economía (IPE) con datos del INEI. En contraste, el empleo entre mayores de 30 años creció 6 % en el mismo periodo. Esta desconexión no solo implica una pérdida de dinamismo para la economía nacional, sino que incrementa la presión sobre los hogares con menores recursos, donde el aporte económico de los jóvenes suele ser vital.

Este fenómeno no se limita a la falta de empleo. El número de jóvenes que ni estudia ni trabaja —conocidos como “ninis”— aumentó en 193.000 entre 2019 y 2023. Lo más preocupante es que el 85 % de ese incremento provino de los niveles socioeconómicos D y E. En zonas como Cajamarca, Arequipa y Puno, uno de cada cinco jóvenes está en esta situación. Esta tendencia revela no solo una crisis de empleo, sino una fractura en las oportunidades de desarrollo para las regiones más vulnerables del país.

¿Por qué no buscan trabajo? Las razones son estructurales. De 2021 a 2023, cuatro de cada diez jóvenes en Lima dijeron que no buscaban empleo por falta de vacantes o experiencia. La Encuesta de Demanda Ocupacional 2025 confirma esta percepción: la demanda formal por jóvenes de 18 a 29 años es cuatro veces menor que por trabajadores mayores de 30, una inversión total respecto a 2019, cuando las empresas preferían contratar a los más jóvenes.

Frente a este panorama, la alternativa para muchos es mirar hacia fuera. Entre 2017 y 2024, el número de peruanos que estudian en Estados Unidos aumentó en 72 %, muy por encima del crecimiento observado en países como Chile, Colombia o Argentina. Esto refleja una fuga de talento joven que, de no ser atendida, podría tener efectos irreversibles en el mediano plazo.

El problema también afecta el acceso a la educación superior. En 2023, el 29 % de los jóvenes “nini” dijo no estudiar por motivos económicos, nueve puntos más que el promedio entre 2014 y 2019. Y el 30 % vivía en hogares cuya economía había empeorado en el último año. El impacto es mayor entre los hogares más pobres: en el quintil más bajo, el porcentaje de jóvenes que terminó la secundaria pero no estudia aumentó de 47 % a 58 % entre 2019 y 2023.

La pérdida de empleabilidad y formación entre jóvenes tiene un alto costo: el IPE estima que cada año adicional de estudios técnicos o universitarios aumenta los ingresos futuros en 13 % y 17 %, respectivamente. Además, cada año de experiencia laboral suma cerca de 1 % al salario. Reintegrarlos al mercado formal y garantizar su acceso a la educación superior no solo es una responsabilidad del Estado, sino una inversión urgente para evitar que esta generación quede rezagada de manera permanente.


🧠 NO PIERDA DE VISTA ESTOS DATOS

  • Retroceso laboral: Entre 2019 y 2024, más de 160.000 jóvenes dejaron de trabajar, mientras el empleo adulto se incrementó en 800.000 personas.
  • Desigualdad: El 85 % del aumento de jóvenes que no estudian ni trabajan se concentra en los sectores D y E.
  • Discriminación etaria: En 2025, las empresas demandan cuatro veces más trabajadores adultos que jóvenes.
  • Impacto económico: Uno de cada tres jóvenes “nini” vive en hogares cuya economía se ha deteriorado en el último año.
  • Pérdida de ingresos futuros: Cada año sin estudiar o trabajar frena el crecimiento de ingresos entre 13 % y 17 %.

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