A las 11:00 de la mañana, el mundo contuvo el aliento. Nelson Rolihlahla Mandela, símbolo viviente de la lucha contra la opresión, juraba como el primer presidente negro de Sudáfrica, poniendo fin a más de cuatro décadas de apartheid institucionalizado y dando inicio a una democracia multirracial. Con su puño en alto y una voz serena, Mandela pronunció una frase que marcó su mandato desde el primer día: “Nunca más volverá a ocurrir que esta hermosa tierra experimente la opresión de unos sobre otros.”
Aunque el foco estuvo en la dimensión política e histórica del evento, la llegada de Mandela al poder también implicó un viraje económico profundo. El país salía de un sistema donde la mayoría negra no solo estaba excluida del poder político, sino también del desarrollo económico. Durante el apartheid, más del 60% de la población vivía bajo la línea de pobreza, con un acceso mínimo a servicios básicos y educación, mientras la minoría blanca controlaba la riqueza, las tierras y la industria.
La transición no fue sencilla. Sudáfrica enfrentaba en 1994 una situación económica precaria:
- Un desempleo superior al 30%.
- Una economía semi-paralizada por las sanciones internacionales impuestas durante los años 80.
- Una deuda pública creciente.
- Una industria nacional desacoplada del comercio global.
El desafío de Mandela era enorme: unir un país dividido y reconstruir su economía sin provocar el éxodo de capitales ni generar una crisis macroeconómica. Lo hizo con pragmatismo, no con ideología.
⚖️ Del perdón a la justicia social
Lejos de optar por la expropiación o el castigo a los sectores privilegiados, Mandela impulsó un modelo de reconciliación con redistribución progresiva. Su programa “Reconstrucción y Desarrollo” (RDP) planteó lo siguiente:
- Aumento masivo del gasto social: viviendas, salud y educación para la mayoría negra.
- Acceso al agua potable para millones.
- Electrificación rural.
- Reformas laborales con énfasis en derechos y equidad.
- Mantenimiento de la estabilidad fiscal, para no espantar la inversión.
Aunque las metas del RDP no se cumplieron en su totalidad, Mandela sentó las bases para que el Estado sudafricano dejara de ser un instrumento de represión y se convirtiera en un agente de inclusión.
🇿🇦 Política sin venganza, economía sin populismo
Cuando Nelson Mandela asumió la presidencia de Sudáfrica en 1994, lo hizo al frente de una nación profundamente herida. La tentación de la revancha era legítima. Tras casi medio siglo de apartheid, con millones de ciudadanos negros marginados, desplazados, violentados y empobrecidos por un Estado abiertamente racista, muchos esperaban que Mandela “hiciera justicia” con dureza.
Pero él eligió otro camino: el de la reconciliación sin olvido.
En vez de optar por purgas masivas o represalias políticas contra los responsables del apartheid, Mandela apostó por una transición pacífica y simbólica. Mantuvo en el gabinete a figuras del antiguo régimen blanco, incluidos altos mandos del ejército y de la burocracia estatal, en un gesto que consolidó confianza y evitó un golpe militar.
Su mensaje fue claro: “Construir una nación unida, no destruir otra facción.”
Esta política se tradujo en hechos concretos:
- Creación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (1995), presidida por el obispo Desmond Tutu. No fue un tribunal punitivo, sino un espacio para reconocer, documentar y, en algunos casos, perdonar a los responsables de violaciones a los derechos humanos a cambio de la verdad.
- Protección a la propiedad privada y garantías jurídicas para todos los ciudadanos, incluidas las élites económicas que antes se beneficiaban del sistema.
- Diálogo directo con líderes empresariales, a quienes pidió mantenerse en el país e invertir en la transformación económica, con responsabilidad social.
📉 ¿Y por qué no populismo económico?
Mandela comprendía que un giro radical —por ejemplo, expropiaciones masivas de tierras o empresas, controles de precios o nacionalizaciones generalizadas— habría generado pánico económico, fuga de capitales, aislamiento financiero y probablemente, desempleo masivo.
Sudáfrica necesitaba capital, confianza y crecimiento. No podía permitirse una revolución económica caótica.
Por eso:
- Mantuvo la independencia del Banco Central.
- Preservó la disciplina fiscal, evitando déficits excesivos.
- Reintegró al país a los mercados internacionales con reglas claras.
- Impulsó el programa RDP (Reconstrucción y Desarrollo), que aumentó el gasto en salud, educación, vivienda y servicios básicos, pero con sostenibilidad macroeconómica.
El RDP no fue un programa asistencialista sin control. Se financió con ahorro fiscal, crédito externo y cooperación internacional. Esto permitió crear más de un millón de viviendas y llevar electricidad a millones de hogares negros por primera vez, sin arriesgar la estabilidad del Estado.
💬 ¿Qué logró con esta estrategia?
- Sudáfrica evitó la guerra civil.
- Recuperó la confianza de inversionistas extranjeros y logró atraer más de US$ 20,000 millones en inversiones durante el primer quinquenio democrático.
- Su PIB creció a un promedio de 3% anual entre 1994 y 1999, una mejora significativa tras años de estancamiento.
- Se redujo la pobreza extrema en las zonas rurales.
- Se sentaron las bases para una clase media negra emergente, aunque el proceso sigue incompleto.
Mandela entendió que una economía destruida no es justicia, sino más miseria. Por eso gobernó con memoria, pero también con sensatez.
🗳 La democracia llega con millones de votos
La presidencia de Mandela fue resultado de las primeras elecciones libres y multirraciales en la historia de Sudáfrica, celebradas entre el 26 y el 29 de abril de 1994. Más de 20 millones de personas votaron en un país donde apenas cuatro años antes, solo los blancos podían elegir.
El Congreso Nacional Africano (CNA), el partido que lideraba Mandela, ganó con más del 62% de los votos. La comunidad internacional observó con asombro un proceso electoral pacífico en un país donde se temía una guerra civil.
✊🏾 El legado de un líder que eligió construir
Mandela decidió no buscar la reelección en 1999. Se retiró con un legado intacto: democracia, reconciliación, estabilidad macroeconómica y un nuevo rostro para Sudáfrica en el mundo.
Su figura sigue siendo una brújula moral. En tiempos de polarización global, su ejemplo —de diálogo, firmeza y generosidad— recuerda que el liderazgo no consiste en destruir al otro, sino en sumar desde la diferencia.
En sus propias palabras:
“Los valientes no son los que no sienten miedo, sino los que conquistan ese miedo.”
🧮 ¿Y si Mandela hubiera elegido el camino fácil del populismo?
La historia económica de Sudáfrica —con sus luces y sombras— habría sido distinta. En lugar de revancha, eligió responsabilidad. En lugar de confrontación económica, eligió reforma con base social.
Por eso, un día como hoy, el 9 de mayo no es solo una fecha sudafricana. Es un hito para la humanidad.


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