📢 Una final que no solo se juega en la cancha, también se juega en tu bolsillo. El 29 de noviembre de 2025, Lima será sede de la Final de la Copa CONMEBOL Libertadores, el evento más esperado del fútbol sudamericano. Pero no se trata solo de goles y emociones: el impacto económico de este partido ya empezó a sentirse, y puede beneficiar directamente a negocios, empleos y emprendimientos en el país.
El Gobierno declaró de interés nacional la realización de este evento deportivo, lo que permite activar mecanismos de facilitación aduanera, coordinación interinstitucional y promoción internacional. En términos sencillos: el Estado se pone la camiseta para que el evento sea un éxito logístico y económico, reduciendo barreras para la entrada de equipos, turistas, periodistas y patrocinadores.
Que una inversión sea declarada de interés nacional es un gran impulso para su realización. Esta designación permite acelerar drásticamente los trámites y permisos, evitando las largas esperas burocráticas que suelen retrasar los proyectos. Además, el gobierno prioriza y dedica mayor atención a estas inversiones, lo que se traduce en una coordinación más efectiva entre las diversas entidades estatales involucradas y una resolución más rápida de cualquier obstáculo que pueda surgir. En ciertos casos, incluso puede facilitar la expropiación de terrenos necesarios o abrir la puerta a incentivos especiales como beneficios tributarios.
En esencia, la declaración de interés nacional otorga a la inversión un estatus preferencial que simplifica los procedimientos, asegura el respaldo gubernamental y aumenta la confianza de los inversionistas. Al eliminar las barreras y agilizar los procesos, se facilita que el proyecto se concrete, beneficiando a la economía y al desarrollo del país al que sirve.
¿Por qué esto es importante para tu economía? Porque una final como esta mueve millones de dólares en hospedajes, restaurantes, transporte, comercio, marketing y servicios. En la edición 2023 realizada en Brasil, se estimó un impacto económico de más de US$ 60 millones en la ciudad sede. Ahora, Lima tiene la oportunidad de replicar —y superar— ese efecto, beneficiando desde hoteles cinco estrellas hasta vendedores ambulantes.
Además, el decreto aprobado especifica que todos los niveles de gobierno deberán actuar de manera coordinada, lo que significa que regiones, municipalidades y ministerios deberán trabajar juntos para maximizar beneficios y minimizar problemas. Esto puede traducirse en mejoras urbanas aceleradas, inversión en seguridad y más oportunidades para que los emprendedores se integren a la cadena de valor del evento.
Y no olvidemos el efecto de largo plazo: la visibilidad global que ofrece una final continental puede fortalecer la imagen del Perú como sede de eventos internacionales, abrir nuevas oportunidades para el turismo de reuniones (MICE) y proyectar a Lima como un hub deportivo en la región.
PERO ¿QUÉ SUCEDE SI LLEGA LA LIBERTADORES Y NO ESTAMOS PREPARADOS?
Las ciudades que organizan grandes eventos de fútbol sin estar preparadas enfrentan serios desafíos en infraestructura y servicios. Es común ver el colapso del transporte, con atascos masivos y la incapacidad de mover a la gente. La escasez o la mala calidad del alojamiento y la subida exorbitante de precios arruinan la experiencia de los visitantes. Además, los servicios básicos como el agua, la electricidad o las telecomunicaciones pueden colapsar por la sobrecarga. Muchas veces, los estadios nuevos se convierten en «elefantes blancos», costosos de mantener y sin un uso real una vez finalizado el evento, lo que representa una carga financiera para la ciudad.
A nivel económico y social, las consecuencias también son severas. Las ciudades pueden endeudarse gravemente, esperando retornos que nunca llegan, y la inflación golpea el bolsillo de los residentes. Los beneficios económicos a menudo no se distribuyen equitativamente, favoreciendo a grandes empresas y dejando de lado a los negocios locales. Socialmente, el aumento de la delincuencia es un riesgo, y la sobrecarga de los servicios de seguridad y salud es inminente. La calidad de vida de los habitantes se ve afectada por el ruido, el tráfico y la congestión, y los grandes proyectos pueden provocar el desplazamiento de comunidades locales y la gentrificación, alterando el tejido social de la ciudad.
Brasil (Mundial 2014) es un ejemplo contundente de los desafíos de albergar un Mundial sin la preparación adecuada. Muchas de sus ciudades sede, como Río de Janeiro y São Paulo, experimentaron un colapso en el transporte y la infraestructura urbana, incapaces de manejar la afluencia masiva de visitantes. Lo más notorio fue la proliferación de «elefantes blancos», estadios multimillonarios como el Mané Garrincha en Brasilia, que quedaron subutilizados y generaron enormes costos de mantenimiento tras el evento. Estas inversiones desproporcionadas, junto con las deficiencias persistentes en servicios públicos básicos como salud y educación, encendieron la mecha de masivas protestas sociales en todo el país, reflejando el descontento ciudadano por el mal uso de los fondos públicos.
Sudáfrica, anfitriona del Mundial 2010, también enfrentó problemas de sostenibilidad post-evento. A pesar de la euforia inicial, varios de los estadios construidos o renovados, como el Moses Mabhida Stadium en Durban, han tenido dificultades para ser rentables y requieren subsidios estatales constantes para su operación debido a la falta de equipos locales que garanticen su uso. Si bien la inversión en infraestructura moderna aportó algunas mejoras a largo plazo, la carga financiera para el país fue considerable, y el retorno de la inversión para muchas de estas construcciones ha sido cuestionable, dejando un legado de altos costos de mantenimiento sin un beneficio económico claro y sostenido.
A pesar de una organización que pareció más controlada, el Mundial de Rusia 2018 también generó preocupaciones sobre la sostenibilidad de su infraestructura. Ciudades sin una fuerte tradición futbolística ni equipos de élite, como Saransk o Volgogrado, se quedaron con modernos y costosos estadios de gran capacidad que ahora tienen un uso muy limitado. Esto plantea un desafío financiero a largo plazo, ya que el mantenimiento de estas instalaciones impone una carga económica significativa a las ciudades y regiones, sin la garantía de que generen ingresos suficientes para cubrir sus gastos de operación, poniendo en duda la rentabilidad de la masiva inversión inicial.
Así que invertir en deporte es bueno, pero invertir teniendo claro las necesidades de la población y los retos es mucho más inteligente.
🧠 NO PIERDA DE VISTA ESTOS DATOS
- MOVIMIENTO ECONÓMICO: La final puede generar más de US$ 60 millones en Lima, beneficiando hoteles, restaurantes, taxis, diseñadores y más.
- VISIBILIDAD GLOBAL: El evento proyectará al Perú ante millones de espectadores en todo el mundo, fortaleciendo su imagen como destino turístico y de negocios.
- INTEGRACIÓN EMPRESARIAL: Desde emprendedores locales hasta grandes empresas podrán participar como proveedores de servicios, activando una economía circular de gran escala.
- FACILITACIÓN LEGAL: El decreto permite simplificar trámites para el ingreso de equipos, equipamiento y personal internacional, reduciendo costos logísticos.
- LEGADO DURADERO: Más allá del partido, este tipo de eventos puede dejar infraestructura mejorada, experiencia organizativa y apertura a futuros grandes torneos.
CUADERNO BORRADOR 
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