Cuando el Estado metió la mano… y desarmó uno de los motores económicos del virreinato

📢 Imagina que de la noche a la mañana el Estado toma control de los mejores colegios privados, remata las agroexportadoras más eficientes y reemplaza a sus equipos con funcionarios sin experiencia. Eso mismo hizo la Corona española hace más de 250 años, y el Perú colonial pagó un alto precio económico. La historia no es solo religiosa o política: es una advertencia de lo que pasa cuando se expulsa al que sabe producir.

Un 21 de julio de 1773, el papa Clemente XIV firmó la supresión oficial de la Compañía de Jesús. Pero el verdadero golpe económico ya había ocurrido en 1767, cuando Carlos III expulsó a los jesuitas del Perú y de toda América Española. Detrás de la decisión había razones de Estado… pero también la ambición de quedarse con un sistema productivo que funcionaba como un reloj suizo.

Porque los jesuitas no solo evangelizaban. Eran, en términos económicos, una potencia. Manejaban más de 50 haciendas productivas, colegios de élite, misiones en zonas remotas, redes comerciales, imprentas, laboratorios, obrajes y hasta minas. Lo hacían con disciplina, registros contables precisos, uso eficiente de la tierra, y relaciones sociales relativamente estables con comunidades indígenas.

El Estado incautó y subastó todos esos bienes, lo que generó ingresos inmediatos para la Corona. Pero a cambio, se rompió la cadena de valor: los nuevos propietarios no tenían experiencia, muchas haciendas se arruinaron, y cientos de personas quedaron desempleadas. La producción cayó, los colegios perdieron calidad, y se desmanteló un sistema que había formado a buena parte de la élite criolla.

Este episodio muestra un patrón muy conocido en América Latina: decisiones políticas que priorizan el control estatal o el castigo ideológico por encima de la eficiencia productiva. Al final, el virreinato se quedó con terrenos, pero perdió conocimiento, talento, productividad y estabilidad fiscal a largo plazo.

Desde una óptica contemporánea, se trata de una lección clara: más Estado no es mejor Estado si no se respeta la lógica económica ni se protege a quienes generan valor. En nombre del poder, se desarmó uno de los mejores sistemas educativos y productivos de la región. Y eso tuvo consecuencias que duraron décadas.


🧠 NO PIERDA DE VISTA ESTOS DATOS

PROPIEDAD: El Estado confiscó más de 50 haciendas y decenas de colegios jesuitas, convirtiéndolos en activos fiscales… pero su valor cayó al perder la gestión eficiente.

CONOCIMIENTO: Se perdió capital humano capacitado, conocimiento técnico en agricultura, ganadería y educación, así como redes que funcionaban con bajo conflicto social.

EDUCACIÓN: La Compañía formaba a las élites virreinales en lógica, derecho, filosofía y ciencia. Su expulsión dejó un vacío que impactó el talento nacional por generaciones.

PRODUCCIÓN: Al romperse la cadena de valor agrícola y comercial que administraban los jesuitas, cayeron los ingresos fiscales indirectos y aumentó la ineficiencia rural.

LECCIÓN MODERNA: Las decisiones basadas en poder y no en productividad pueden hipotecar el futuro económico de un país. El talento no se reemplaza con normas ni con fuerza.

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