📢 ¿Congreso más moderno… pero también más caro? Mientras muchos emprendedores recortan gastos y las familias ajustan el presupuesto, el Congreso promete renovarse con inteligencia artificial, bicameralidad y más fiscalización… pero sin tocar el tema más incómodo: el costo real de estos cambios para el país. El discurso inaugural de José Jerí proyecta eficiencia y orden institucional, pero deja fuera lo esencial: cómo esto afectará al bolsillo de todos.
El discurso de José Jerí al asumir la presidencia del Congreso lanza una batería de promesas: reglamentos bicamerales listos en seis meses, uso de inteligencia artificial, informes trimestrales, y sesiones obligatorias con ministros. Todo envuelto en una narrativa de eficiencia, neutralidad y escucha ciudadana. Sin embargo, el mensaje ignora por completo las principales urgencias económicas del país: no se menciona la informalidad, la excesiva carga tributaria ni la maraña de regulaciones que asfixian a quien quiere emprender o invertir.
Es decir, se habla de reformas institucionales, pero no de reformas económicas. De cultura organizacional, pero no de competitividad. Desde una mirada de sentido común, el riesgo es que estemos construyendo un Congreso más grande —con dos cámaras— sin resolver lo básico: cómo hacer más con menos, cómo reducir el costo país, cómo darle aire al que produce.
Económicamente, esto encaja en una conocida falla de diseño: se prioriza el procedimiento (la forma en que se hacen las leyes) sin repensar el contenido ni el impacto de esas leyes. Y se evita toda autocrítica institucional: no hay mención a privilegios congresales, ni al exceso de asesores, ni al presupuesto creciente. La modernización prometida es más estética que estructural.
A esto se suma un control político que, sin reglas claras, puede convertirse en herramienta de presión. Anunciar que los ministros “ya no podrán poner excusas” suena bien, pero sin independencia técnica podría distorsionar decisiones clave, como la aprobación de presupuestos, la regulación de sectores productivos o incluso contrataciones estatales. Y eso genera ruido para el inversor y parálisis para el emprendedor.
La gran ausente es la economía real: la que necesita eliminar barreras para formalizarse, la que requiere seguridad jurídica para crecer, y la que espera que desde el Congreso se legisle pensando en inversión y productividad, no en aplausos fáciles.
El Congreso inicia una etapa clave: el regreso a dos cámaras tras 31 años. Pero si esta modernización no va acompañada de sentido común económico, lo que se inaugura no es una reforma, sino un nuevo ciclo de promesas con los mismos silencios de siempre.
🧠 NO PIERDA DE VISTA ESTOS DATOS
- BICAMERALIDAD: Se implementará en solo seis meses, pero sin evaluación de impacto fiscal. Cuidado con el efecto en el gasto público.
- MODERNIZACIÓN: Habrá uso de inteligencia artificial en el Congreso, pero no se plantea una digitalización real para destrabar normas que afectan a las MYPES.
- FISCALIZACIÓN: Los ministros deberán ir obligatoriamente al Congreso. Si no hay equilibrio, esto podría convertirse en un show político más que una rendición técnica.
- AUSTERIDAD: Se prometió no contratar más personal. Sin embargo, no se habló de eliminar puestos ineficientes ni de reestructurar funciones duplicadas.
- SILENCIO ECONÓMICO: No hay ninguna propuesta clara sobre inversión, simplificación tributaria ni combate a la informalidad, lo que afecta directamente al empleo formal y al desarrollo de negocios.


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