🔧 El Perú tiene con qué… solo le falta empujar la acuicultura

📢 Tenemos miles de lagunas y ríos… pero el pescado cultivado sigue siendo una rareza. Pese a que el Perú es una potencia pesquera —la sexta del mundo en volumen de captura y la primera de América Latina—, su producción acuícola apenas representa el 1,8% del total nacional, revela el más reciente informe del Instituto de Estudios Económicos y Sociales (IEES) de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI). En el resto del mundo, la acuicultura representa el 59,7% y sigue creciendo con fuerza.

El estudio de la SIN también revela que a pesar de ser alimentos claves para combatir la anemia y la desnutrición crónica, en el Perú solo el 21,5% de los recursos hidrobiológicos (peces, moluscos, crustáceos, entre otros) se destinan al consumo humano directo, mientras que el 78,5% se orienta al consumo humano indirecto, principalmente para la producción de harina y aceite de pescado.

¿Qué está en juego? Mucho. La acuicultura es, en esencia, la crianza de peces, moluscos y crustáceos en condiciones controladas. Es la forma más directa de asegurar acceso constante a proteína de alta calidad, generar empleo rural formal y reducir la presión sobre el mar, que sufre por la sobreexplotación y el cambio climático.

El Perú, con más de mil ríos, 12 mil lagunas y más de 3 mil glaciares, tiene condiciones ideales para liderar este sector en la región. Sin embargo, la falta de inversión, de incentivos claros y de políticas públicas articuladas ha impedido que esta actividad despegue. Mientras otros países han creado verdaderas industrias acuícolas, aquí seguimos apostando todo al modelo extractivo, que si bien genera divisas por exportación de harina y aceite de pescado, no tiene el mismo impacto en seguridad alimentaria ni empleo descentralizado.

La ventaja comparativa plantea que los países deben especializarse en producir aquello que pueden generar a menor costo relativo frente a otros. Perú, con su riqueza marina, ha aplicado esta lógica al convertirse en líder mundial en la producción de harina y aceite de pescado, productos derivados de la anchoveta. Esta especialización ha permitido una fuerte presencia exportadora. Sin embargo, al enfocarse casi exclusivamente en insumos industriales, se desaprovecha el valor nutricional y social del recurso, ya que no impacta de manera directa en la alimentación de la población ni en la economía regional.

Por otro lado, la falta de diversificación productiva hace que la economía pesquera nacional sea altamente vulnerable a factores climáticos, sobreexplotación y cambios en la demanda externa. Impulsar la acuicultura permitiría no solo generar valor agregado, sino también descentralizar el empleo, abastecer el mercado interno y mejorar la seguridad alimentaria. Países como Chile han demostrado que un enfoque estratégico en acuicultura puede transformar un sector primario en una industria sofisticada, sostenible y generadora de oportunidades. En el Perú, ese potencial sigue sin aprovecharse.

Este rezago no es solo un problema económico, sino también social. En un país con altos niveles de anemia y desnutrición crónica infantil, tener más pescado accesible y asequible puede marcar una gran diferencia. No se trata solo de exportar más, sino de alimentar mejor. La acuicultura puede ser ese puente entre los recursos naturales y el bienestar de las familias peruanas, pero necesita reglas claras, menos trámites y más apoyo desde el Estado.


🧠 NO PIERDA DE VISTA ESTOS DATOS

  • REZAGO ESTRUCTURAL: Solo el 1,8% de la producción pesquera nacional es acuícola. En el mundo, casi 60%.
  • RIQUEZA NATURAL: Tenemos una de las geografías más privilegiadas del planeta para desarrollar acuicultura.
  • OCASIÓN PERDIDA: Mientras otros países desarrollan polos acuícolas, Perú sigue centrado en la captura extractiva.
  • EFECTO EN LA MESA: La falta de acuicultura limita el acceso a proteína barata en zonas rurales y urbanas.
  • ESLABÓN DESCONECTADO: Sin política, sin inversión y con exceso de regulación, la acuicultura no arranca.

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